

A partir de este momento, Evan Danielson se acaba replanteando el valor de sus relaciones personales y redefiniendo el concepto de éxito que había estado persiguiendo hasta ese momento.
Olivia (Yara Shahidi), la hija de Evan, tiene siete años, y la relación entre ellos no es sencilla: les cuesta mucho conectar. Evan está absolutamente centrado en su trabajo, y dedica casi todo el día a las exigencias de su carrera. Padre e hija no pasan demasiados buenos ratos juntos, y Olivia parece que se ha rendido.
Y entonces, Evan ve la posibilidad de lograr un ascenso con el que ha soñado toda la vida. ¿Qué más se puede pedir entonces? Eso sí, Evan se encuentra en una situación un tanto complicada, ya que por un lado están sus responsabilidades como padre, y por otro, sus deseos de eclipsar a su rival en la empresa, Johnny Whitefeather (Thomas Haden Church).
A pesar de que Evan siempre ha sabido autocontrolarse, hay situaciones en la vida que nos superan a todos, incluso a él. Por eso, en ese momento aparece Olivia, con los consejos más inesperados: las princesas de su mundo particular tienen ideas de inversiones de lo más interesantes... eso sí, para visitarlas, Olivia necesita su mantita preferida: su Guu-gaa.
Sin saber muy bien cómo, Evan se ve inmerso en este mundo imaginario, de dragones, princesas y todo tipo de criaturas mágicas, y su mundo se pone patas arriba, haciendo cosasn que nunca antes había hecho: canta y baila en público, está con Olivia hasta las mil... Y además, su trabajo va viento en popa.
Y poco a poco, empieza a replantearse su vida anterior, sus valores, lo que consideraba realmente importante... y se acaba dando cuenta de que una cartera de valores no lo es todo en la vida.