

Michael J. Basset nos trae en este inicio de año una película de acción con toques épicos y algunos otros melodramáticos, pero que queda muy lejos de cualquiera de estos estilos, Solomon Kane.
El personaje es, por no decirlo de una manera más vulgar, una máquina de destruir, uno de los grandes asesinos del siglo XVI que armado hasta los dientes y acompañado por un equipo de hombres tanto o más sanguinarios que él, siembran el terror por todas las guerras en las que combaten en nombre de Inglaterra.
Pero cuando intenta recuperar un tesoro que se rumorea que hay en un castillo, los hombres de Kane empiezan a caer a manos de unas criaturas endemoniadas hasta que queda él solo para hacer frente al demonio Guadaña, enviado por el Diablo para reclamar la corrompida alma de Kane.
Al pasar esta situación y sobrevivir, se ve en la obligación de dejar las artes de la guerra y dedicarse a una vida de paz y redención, aunque al tiempo, se acabará encontrando con la necesidad de volver a su anterior vida debido a que Inglaterra está completamente descontrolada por los saqueadores que son liderados por un jinete emmascarado.
James Purefoy interpreta a este asesino reconvertido en héroe acompañado del siempre magnífico y dirigidos por Max Von Sydow, Michael J. Basset en una película que, como hemos dicho anteriormente, tiene un mucho de acción, aunque también de melodrama, pero no llega al nivel que se espera ni en un apartado, ni en otro.
Visualmente es donde la película gana enteros y donde los fanáticos de la acción pueden dejar un poco de lado las carencias de la película en sí, su guión y su historia para disfrutar de la espectacularidad de las luchas.
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