

La verdad es que en su anterior película ya contó con la colaboración de Jérôme Soubeyrand, con el que se entendió a las mil maravillas, por lo que no resulta extraño que volvamos a ver la colaboración en este nueva película.
Para escribir esta historia, no obsesionaron con lograr un realismo absoluto, y dejaron que hubiera en ella algo de fábula. Los personajes que nos traen en esta película son fuertes y tienen una personalidad muy marcada, son distintos entre ellos, muy definidos a pesar de pertenecer a la misma familia.
Eso sí, tienen en común que todos ellos sufren, y no son absolutamente felices, algo por lo que los vamos a ver luchar en la cinta. Y es que cada personaje es, por una parte, lo que es; y por otra, lo que quiere ser, lo que los convierte en personajes dobles y muy completos.
En Toda la culpa es de mi madre vamos a ver la historia de una familia y sus secretos, que están ahí, de forma obvia pero aún así, no los ven (o no quieren verlos) Sin embargo, no hace falta mucho para que empiecen a salir a la luz.
Sinopsis
Mady es una ama de casa de 60 años, que se dedica a pasar el día hablando (y no muy bien, por cierto) de sus dos hijas y de su marido Henry, que fue un exitoso director general, pero que ahora, desde su jubilación, se ha convertido en un hombre extraño que está en regresión.
Su hijo mayor, Antoine, es un director de empresa que va de quiebra en quiebra, incapaz de dirigir un negocio de la forma adecuada; y tiene una hermana, Alice, que de forma casi obsesiva se dedica a pintar Madonnas. Anabelle, por su parte, es enfermera en una unidad de cuidados intensivos.
Pero cuando Alice conoce a Jacques, un policía solitario, los engranajes que hacían girar con normalidad la vida de la familia se van a ver alterados y las cosas van a empezar a cambiar... Lo que no está claro es si será para bien o para mal.