Precisamente el Oscar que logró Cotillard fue por su interpretación magistral de la diva francesa. Nacida en 1915, Edith fue abandonada por sus padres a una edad muy temprana, marchando con su abuelo paterno, dueño de un burdel en Normandía. Allí fue criada durante varios años la joven Edith.
En su adolescencia ejerció de cantante en las calles de París, hasta ser descubierta por el por el propietario de un cabaret, Louis Leplee. Fue el quien la llamó La Mome Piaf, el pequeño gorrión, presentándola al público en general en su local.
Sin embargo, además de propietario de cabaret, Leplee tenía una serie de negocios turbios, por los que fue asesinado. Tras la muerte de Leplee, Raymond Asso se convirtió en el mentor de Edith y le enseñó a darle emoción a sus canciones. Con su ayuda Edith comenzó a obtener fama internacional.
Después de varias aventuras, la cantante encontró el amor de su vida en la persona del boxeador Marcelle Cerdan, quien moriría más tarde en un terrible accidente de avión. Uno de los grandes momentos de la película fue el desgarrador momento en el que se le comunica a Edith la muerte de su esposo. Impresionante la interpretación de Marion Cotillard en este momento.
Edith Piaf comenzó a sentirse torturada y solitaria, por lo que comenzó a refugiarse en el alcohol y las drogas. A pesar de todo, era una persona que lo mismo podía ser antipática que tierna y sensible con sus amigos. A finales de la década de 1950 su cuerpo frágil comenzó a sucumbir a los estragos del alcohol y las drogas, contrayendo artritis y cáncer de hígado. Tras unos años terribles, Edith Piaf fallecía en 1963.
Uno de los aspectos negativos de la película es que tal vez haya que estar un poco familiarizado con la vida de la cantante para poder seguirle el ritmo. Además, echo en falta algunos de los grandes personajes que vivieron al lado de la cantante, como Charles Aznavour, Jean Cocteau o Marlene Dietrich. Incluso una persona tan importante en la vida de Edith, como Yves Montand no se menciona en absoluto en toda la película.
Sin embargo, todo queda en el olvido tras la genial interpretación de Marion Cotillard, un auténtico descubrimiento de su director. Las escenas dramáticas son muy sensibles, y tanto los gestos como la caracterización de Marion son excelentes. Una película que vale la pena ver, tanto para conocer un poco de la historia de esta diva de la canción francesa, como por la magistral actuación de la oscarizada Marion Cotillard.
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